Cuenta la tradición, no escrita, que el peregrino a Santiago de Compostela en la antigüedad, tras su llegada y abrazar al Santo, antes de regresar a su lugar de origen continuaba hasta Finisterre a contemplar precisamente eso, el "Finis Terrae", el final de la tierra hasta entonces conocida. Allí, contemplando el mar, quemaba su atuendo gastado y sucio por los muchos días de caminata y al atardecer se bañaba en las aguas del Atlántico, tras lo cual se ponía ropas limpias y emprendía el regreso.
En recuerdo de estos y todos los peregrinos que se acercan a Finisterre, existe un pequeño monumento de bronce, representando unas botas de peregrino sobre las rocas, como si su dueño las hubiera dejado ahí mientras se da el chapuzón correspondiente. Originalmente eran dos botas, actualmente debido al bandalismo, tan solo queda una y masacrada por los grafitis.
Hasta el momento, dos monedas elongadas hacen referencia a este pequeño monumento, como es lógico, en dos máquinas instaladas junto al Faro de Finisterre, una de ellas ya desaparecida. Un bonito detalle, sobretodo si has llegado allí como peregrino, pero en cualquier caso algo curioso para recordar el lugar. Seguimos elongando.
C-004-2 |
C-021-3 |